Por Lázaro Retta
Comencé la cursada de Comunicación y Educación casi al mismo tiempo en que empecé a ir al barrio San Carlos de Villa Elvira, a trabajar con un grupo de jóvenes. Y lo hice sin saber que ambas actividades estaban íntimamente relacionadas. Ahora pienso que tuve suerte dado que esa casualidad -o causalidad- me permitió jugar a reconocer en el barrio (un espacio de educación no formal) toda la teoría que en la cursada, aplicamos en un espacio de educación formal.
De ese juego nació la intriga por tratar de dilucidar qué sucede en ambos ámbitos en relación a los distintos conceptos que se manejan en la construcción teórica de la educación transformadora. A partir de una situación particular vivida en el Centro de Educación para Adultos 710, (donde desarrollamos las prácticas de la cursada), me interesó comparar lo que sucede allí con lo que sucede en el barrio San Carlos respecto de un tema en particular: el poder.
Según Frigerio y Poggi: “un actor o grupo de actores posee poder cuando tiene la capacidad de hacer prevalecer su posición o enfoque en la vida institucional, de influir en la toma de decisiones, de obtener reconocimiento, espacios, recursos, beneficios, privilegios, cargos o cualquier otro objetivo que se proponga.” A partir de esto, se puede inferir que las tácticas suponen momentos de cambio de sujeto en ejercicio del poder. En el CEA 710 encontramos una situación que ejemplifica lo anterior con bastante claridad.
El CEA 710. Cuando todavía estábamos en la etapa de reconocimiento, fuimos a la escuela para tratar de empezar a conocer a los alumnos, pero ese día no hubo clases. Sucedió que para la fecha estaba programado un examen de Estadística, (la docente -como representante de la institución- en ejercicio del poder, había determinado que se tomaba prueba y que era ese día. Entiendo esa decisión como estratégica). Sin embargo, en la puerta del colegio, los alumnos habían acordado no entrar a clases para boicotear el examen, o al menos, para boicotear la fecha del examen.
La táctica de los estudiantes se basó en entender -implícita o explícitamente- que el sujeto de la educación es el alumno; por ende, sin alumno no hay posibilidad de evaluación. Esa táctica hizo prevalecer su posición e influyó en la toma de decisiones, dado que el examen tuvo que ser pospuesto necesariamente. En el instante mismo en que los chicos decidieron no entrar a clases, comenzaron a ejercer el poder, y forzaron esa situación la mayor cantidad de tiempo posible. Eventualmente, el examen se llevó a cabo, con lo que se reestablecieron los patrones más habituales de ejercicio del poder.
Barrio San Carlos. A partir de esa situación, comencé a preguntarme qué sucedía con el poder en el barrio San Carlos. Allí trabajo con un grupo de adolescentes, en el marco de un proyecto de extensión (articulación) de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Luego del reconocimiento inicial, comenzamos a trabajar en la elaboración de una revista, con el fin de que los chicos puedan apropiarse de la misma para contar sus cosas y sus historias.
A partir de la definición de poder antes citada, traté de dilucidar dónde se encontraban los clivajes, es decir, en qué situaciones, momentos o espacios, se ponía en evidencia el ejercicio del mismo. Si bien Frigerio y Poggi analizan lo que sucede en el marco de las instituciones educativas formales, creo poder trasladar ese análisis a los encuentros semanales que llevamos a cabo en el barrio. Con desagrado y bastante perplejidad, noté que en cada reunión de producción de la revista, somos los articuladores universitarios los que ostentamos el poder.
Entonces no pude dejar de preguntarme, ¿qué hago con ese poder?, ¿cómo lo distribuyo?, ¿cómo lo socializo? Lo siento como una responsabilidad quemante. No tengo nada seguro, pero supongo que lo que debería hacer es destinar ese poder a la lucha por que cada uno de esos chicos pueda descubrirse como potencial poseedor del poder. Si lo hacen, sabrán que en determinadas ocasiones podrán hacer prevalecer su posición, o influir en la toma de decisiones, u obtener reconocimiento, o espacios, o recursos, o beneficios, o privilegios, o cargos, o cualquier otro objetivo que se propongan.
De ese juego nació la intriga por tratar de dilucidar qué sucede en ambos ámbitos en relación a los distintos conceptos que se manejan en la construcción teórica de la educación transformadora. A partir de una situación particular vivida en el Centro de Educación para Adultos 710, (donde desarrollamos las prácticas de la cursada), me interesó comparar lo que sucede allí con lo que sucede en el barrio San Carlos respecto de un tema en particular: el poder.
Según Frigerio y Poggi: “un actor o grupo de actores posee poder cuando tiene la capacidad de hacer prevalecer su posición o enfoque en la vida institucional, de influir en la toma de decisiones, de obtener reconocimiento, espacios, recursos, beneficios, privilegios, cargos o cualquier otro objetivo que se proponga.” A partir de esto, se puede inferir que las tácticas suponen momentos de cambio de sujeto en ejercicio del poder. En el CEA 710 encontramos una situación que ejemplifica lo anterior con bastante claridad.
El CEA 710. Cuando todavía estábamos en la etapa de reconocimiento, fuimos a la escuela para tratar de empezar a conocer a los alumnos, pero ese día no hubo clases. Sucedió que para la fecha estaba programado un examen de Estadística, (la docente -como representante de la institución- en ejercicio del poder, había determinado que se tomaba prueba y que era ese día. Entiendo esa decisión como estratégica). Sin embargo, en la puerta del colegio, los alumnos habían acordado no entrar a clases para boicotear el examen, o al menos, para boicotear la fecha del examen.
La táctica de los estudiantes se basó en entender -implícita o explícitamente- que el sujeto de la educación es el alumno; por ende, sin alumno no hay posibilidad de evaluación. Esa táctica hizo prevalecer su posición e influyó en la toma de decisiones, dado que el examen tuvo que ser pospuesto necesariamente. En el instante mismo en que los chicos decidieron no entrar a clases, comenzaron a ejercer el poder, y forzaron esa situación la mayor cantidad de tiempo posible. Eventualmente, el examen se llevó a cabo, con lo que se reestablecieron los patrones más habituales de ejercicio del poder.
Barrio San Carlos. A partir de esa situación, comencé a preguntarme qué sucedía con el poder en el barrio San Carlos. Allí trabajo con un grupo de adolescentes, en el marco de un proyecto de extensión (articulación) de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Luego del reconocimiento inicial, comenzamos a trabajar en la elaboración de una revista, con el fin de que los chicos puedan apropiarse de la misma para contar sus cosas y sus historias.
A partir de la definición de poder antes citada, traté de dilucidar dónde se encontraban los clivajes, es decir, en qué situaciones, momentos o espacios, se ponía en evidencia el ejercicio del mismo. Si bien Frigerio y Poggi analizan lo que sucede en el marco de las instituciones educativas formales, creo poder trasladar ese análisis a los encuentros semanales que llevamos a cabo en el barrio. Con desagrado y bastante perplejidad, noté que en cada reunión de producción de la revista, somos los articuladores universitarios los que ostentamos el poder.
Entonces no pude dejar de preguntarme, ¿qué hago con ese poder?, ¿cómo lo distribuyo?, ¿cómo lo socializo? Lo siento como una responsabilidad quemante. No tengo nada seguro, pero supongo que lo que debería hacer es destinar ese poder a la lucha por que cada uno de esos chicos pueda descubrirse como potencial poseedor del poder. Si lo hacen, sabrán que en determinadas ocasiones podrán hacer prevalecer su posición, o influir en la toma de decisiones, u obtener reconocimiento, o espacios, o recursos, o beneficios, o privilegios, o cargos, o cualquier otro objetivo que se propongan.
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